10 de abril de 2012

Prince y Miles Davis bajo el cielo de Minneapolis


Os voy a contar los hechos que tuvieron lugar una noche cualquiera, en una ciudad cualquiera. Pongamos por ejemplo, la noche vieja de 1987, en la fría ciudad de Minneapolis. La verdad es que nunca he visto el cielo de Minneapolis pero seguro que debajo de él existen también músicos desencantados, empleados de banca, profesores que llevan más de 20 años en las aulas, mujeres, niños y maridos. Vagabundos. Todos atrapados por la prosa de los días cotidianos.

Sin embargo, esa noche existió un lugar de libertad, efímera como un beso salvaje. El tiempo se detuvo (time is a trick...), los cuerpos sudaban y se contorneaban poseídos por el ritmo, los colores se derretían y mezclaban como en un sueño, el aire se llenó de inocencia y nadie pedía cuentas a nadie. Parecía una celebración. Era, justamente, nuestra celebración.

Músicos locos nos abrieron los sentidos y empezaron a crear notas cómplices, el sonido azul de una batería incansable nos abrió las puertas a canciones que para siempre nos acompañaran. Aquella noche chicas perversas derribaron los muros que toda moral impone (Hot Thing); un suave ritmo, eterno como el amor incondicional, nos hablaba de la nostalgia de lo que nunca será (If I was your girlfriend); nos volvimos locos y jugamos como niños (Let’s go crazy), nos trasladamos a nuevos espacios dónde los cuerpos eran siluetas flotando como palomas (When doves cry); descubrimos que el llanto de una guitarra nos puede volver más humanos que nunca, que todos nos encontramos en la misma encrucijada y, porqué no, hagamos un alto en el camino y dejemos que la lluvia púrpura limpie nuestros corazones.

A partir de aquí, todo fue una invitación (1999) sin renunciar jamás a la inocencia de creer en un mundo mejor, why does everybody has a bomb?. No nos rendiremos porque sabemos quienes somos y nos gusta cómo somos (U got the look). Ya estábamos, pues, preparados para alcanzar el éxtasis total de la noche más bella (It’s gonna be a beautiful night), en la que todas las voces tienen su sitio, en la que viejos espíritus rebeldes se aparecieron y nos guiaron (Thank you, Mr. Miles Davis), dejándonos en la memoria, para siempre, que la libertad es posible.

Nunca he visto el cielo de Minneapolis. Pero me basta mirar por la ventana para saber que también es azul, en ocasiones grises.  Nosotros somos los pobladores de un imaginario que siempre podremos habitar.



Escrito por xavifunk.
Publicado el 24 de febrero del 2004.
Extraído de su publicación original en www.prince.arrakis.es de fecha 5 de febrero de 2004, con la autorización del autor.

No hay comentarios: