28 de agosto de 2013

17 de agosto de 2013. Coliseu dos Recreios. Lisboa (Portugal)

Fue la noche del miércoles 14 de agosto. Se anunciaba a través del blog drfunkenberry la existencia del concierto. Desde ese mismo momento, las 3.340 entradas ya estaban a la venta para el Coliseo de Lisboa. Yo me enteré gracias a que en España, el jueves no fue laborable y tuve ese plus de tiempo libre que me permitió dar un garbeo por la red esa misma mañana. Me había quedado clavada la puntita de una espina cuando vino al Super Bock Rock Festival cerca de esta ciudad en 2010, pero esta vez, la posibilidad de verlo en un local cerrado, coincidiendo en sábado y a seis horas en coche se me antojó muy apetecible. Me sorprendió muchísimo el precio de las entradas, 50€ era menos de la cuarta parte comparándolas con las de este mismo verano en Montreux (Suiza) o la gira americana de la pasada primavera. Era la mitad de lo que había cobrado unos días antes por cada concierto que dio en la sala Paradiso de Amsterdam, así que, como allí había agotado las entradas en tan solo cinco minutos y yo iba con horas de retraso, de inmediato hice la llamada de rigor para tratar de ir bien acompañado al evento. Nada más que hablar, compré las entradas por la web del coliseo cuando quedaban todavía unas 2900 y reservé hotel a media mañana. Todo listo para mi segundo concierto de Prince. Del primero habían pasado exactamente veinte años, ni un día más, había sido el mismo 17 de agosto en Santiago de Compostela.

La noche del jueves 15 comprobé que todavía restaban unas 1800 por vender. Pensé que la península era sitio desierto de fans de Prince, nada comparable con la expectación que crea año tras año en el norte de Europa. Me sorprendió que habían puesto unas 1000 entradas más a la venta a 65 euros para los palcos VIP que rodean todo el aforo. No me pareció serio, yo no las hubiera cogido, pero alguno que hubiera comprado las entradas de 50€ podría haber preferido gastarse un poco más y compartir plácidamente palco con cinco o seis personas. A la venta pues las 4.212 localidades de máximo de aforo.

El viernes 16 por la mañana, estaban completamente agotadas las entradas de a pie y pocas quedaban disponibles en los palcos. Creo que fue cuestión de pocas horas más en las que se agotaron. Ese mismo día leí en la prensa portuguesa que Prince ya se encontraba en Portugal desde el miércoles y que había estado con su amiga Ana Moura en uno de sus conciertos cerca de Lisboa. Ana Moura es una importante cantante de fado muy conocida en su país, a la que Prince ya subió al escenario en 2010 para interpretar dos temas de la artista con él a la guitarra.

El sábado 17 por la mañana yo, y tres acompañantes más salimos pues en dirección Lisboa devorando kilómetros casi sin parar. Por el camino sonaron Bruno Mars, Led Zeppelin, Exodus, Slayer, y el  “Lotusflow3r” de Prince, que era lo más parecido que tenía en ese momento a lo que iba a sonar por la noche en el concierto. Claro, dos de mis acompañantes no estaban muy metidas en el mundo Prince y no era cuestión de saturar, otra cosa hubiera sido que viniera amebaboy al que eché de menos, hubiéramos pinchado música de otra manera a buen seguro. Habrá otra ocasión.

Llegamos a la hora de comer, así que, sin complicarnos demasiado con eso, y no bebiendo en exceso por lo de las colas que tuviéramos que hacer, sobre las cuatro de la tarde nos dispusimos a caminar los más de dos kilómetros que nos separaban hasta el Coliseo. El trayecto se nos hizo corto, nos sorprendió la suciedad de las bonitas calles de Lisboa. En un momento en el que sabíamos que estábamos cerca del edificio, al que yo buscaba por una forma circular, me topé con unas puertas abiertas de una fachada del que colgaban carteles de eventos para el Coliseo y percibí que había algún fan con camisetas antiguas del artista. En unos minutos comprobamos que era allí mismo. Me sorprendió que no había ni un solo cartel anunciando el concierto en las inmediaciones ni en el mismo lugar, en taquilla solo unas fotocopias en color del banner que ya había salido en internet con la información de los precios. Estábamos allí.

Taquillas y entradas de acceso al Coliseo
Eran las cinco de la tarde. Dos puertas para entrar, en una de ellas un solo fan haciendo cola, en otra un grupo de unos diez o quince. Ni punto de comparación con lo que había a la misma hora esperando en Santiago hace veinte años. Nos fuimos a la más escasa, y resultó ser un agradable alemán, luego llegaron franceses y portugueses. Seis de la tarde, apenas cola. Siete de la tarde, unas cincuenta personas en cada fila a solo una hora de apertura de puertas. Ocho de la tarde, comienzan a aparecer los primeros guardias de seguridad y pasados unos minutos un chico de la organización con una camiseta de 3rdeyegirl comenzó a repartir unas pulseras amarillas a los primeros de cada fila explicando en un inglés cerrado americano que eran para enseñar dentro del coliseo y nos dejaran pasar a la parte delantera para estar lo más cerca posible del escenario. No dudaba de que estaría igualmente dada mi posición, pero estuvo bien que la reservaran para estar más cómodamente. Lo mismo había pasado hacía 20 años, pero en aquella ocasión una mala organización en mi puerta de entrada hizo que se me colaran cientos de fans por otras puertas y tuviera que ver el concierto desde detrás de la valla de esa cómoda zona.

Las puertas se abrieron con una media hora de retraso, y nuevamente, la suerte no estuvo de mi lado, la cola de la otra puerta ya subía las escaleras de dos en dos mientras nuestro guardia de seguridad se recreaba a cámara lenta quitando la valla mientras nuestras garras salían cuan Lobezno. Fueron unos segundos clave, la carrera hacia la primera fila se hizo desconcertante entre pasillos y para cuando llegué a la zona del escenario este ya estaba ocupado por los fans de la otra fila en su parte central así que, nos agarramos a la valla en primera fila igualmente pero desplazados hacia la derecha. No importaba, para mi sorpresa, el escenario estaba a la altura de mi estómago y me separaba de él una sola cuarta, podía tocarlo con mis propias manos e incluso incrustar más de medio brazo en él, eso era un inconveniente para los de las filas de atrás que lo verían de la rodilla para arriba, pero yo estaba en la primera. El micrófono de Prince estaba pegado al público, los pedales de la guitarra e incluso un muestrario de púas que utilizaría en el concierto al alcance de las manos de sus fans. Auguraba una gran noche. La batería central de Hannah Ford, los pedales para la guitarrista Donna Grantis, los de la bajista Ida Nielsen estaban de mi lado, y los teclados decorados con una manta negra y unas cadenas y candados justo delante de mi. Me alegré de verlos, Prince tocaría el piano delante de mis narices. Todo listo entonces, ansiosos de que comenzara el concierto anunciado para las nueve en punto. 

A los dos minutos de haberme situado y habiendo sacado un par de fotos al escenario apareció un chico de la organización dándome un toque en mi espalda para decirme que no se permitían fotos ni video. Repartió el mismo recado a diestro y siniestro. Para mi sorpresa, entre bastidores pude ver a una persona pinchando desde su portátil música española, flamenco, y hasta Pitingo sonó por los altavoces del coliseo una y otra vez mientras esperábamos la gran hora. Escenario en penumbra, unas tímidas pruebas de humo y luces. Poco más hasta las nueve, momento en el que comenzaron a aparecer en el escenario miembros de la organización para traer y comenzar a afinar el bajo de Ida, las dos guitarras de Donna y algún retoque en la batería. La cosa parecía algo verde todavía. Alguno escondiendo botellas de agua en el escenario de manera estratégica, otro limpiando los mástiles y los micrófonos, sin señales de la guitarra de Prince. 

Cuando parecía que los técnicos lo tenían todo listo y que la media hora de retraso no tenía importancia, saboreando aquellos momentos de espera, un enorme petardazo como un disparo me dejó sordo el oído derecho. Me temí lo peor, y vi peligrar el espectáculo. Después de unos segundos de desconcierto, unos técnicos salieron apresurados al escenario dirigiéndose a nuestro lado y preguntando qué había pasado. Yo no tenía idea, el oído me zumbaba y temía no disfrutar del concierto como hubiera sido oportuno. Una chica les indicó que algo había explosionado en las luces que estaban apoyadas en ese lado del escenario. Con una linterna pudimos ver como una tubería que conectaba a saber qué en medio de una absoluta maraña de cables había reventado dejando a la vista el tubo metálico que contenía en su interior, aparentemente sin mayores daños. Fue entonces cuando percibí que detrás de unos altavoces había una enorme bombona de CO2 para utilizar en los efectos de humo. Los chicos de la organización no le dieron mayor importancia, se fueron recogiendo y mi oído dejó de chillar. Todo listo entonces. Pero unos minutos más tarde hubo un segundo petardazo, este menos ruidoso, y yo comencé a mosquearme. De nuevo los chicos con sus linternas en aparente calma, la chica señalando la misma zona. Algo no iba bien, temí por un retraso mayor. Pitingo volvía a sonar, y por la megafonía una voz portuguesa ya había anunciado dos veces que no se podía fumar ni utilizar cámaras.

El tiempo siguió pasando, comenzaron a comprobar una y otra vez las mismas cosas, el público comenzó a impacientarse, unos silbaban, otros aplaudían. Un chico cercano a mí con una pandereta marcó el ritmo de las palmas de los optimistas de manera soberbia. El calor en el Coliseo comenzaba a ser sofocante. Un cañón proyectó las letras “3rdEyeGirl” en blanco sobre el fondo negro del telón de detrás de la batería. Por fin, alguien trajo la guitarra de Prince y tras unos pequeños ajustes la dejó inmaculada en el soporte a pie de micrófono. Pero tuvimos que seguir esperando un poco más, el flamenco no paraba de sonar.

Sobre las 21:50 aparecieron sobre el escenario las tres chicas integrantes de la banda 3rdEyeGirl y se dirigieron al micrófono. La batería Hannah Ford tomó las riendas para saludar al público y en un pequeño discurso de unos dos minutos dio su apoyo a las nuevas tecnologías e invitó a los asistentes a apagar los móviles y cámaras para que disfrutáramos del concierto, dando a entender que ellos mismos harían la grabación para nuestro disfrute posterior. El público apoyó la iniciativa y ellas se prestaron a una cómica última sesión de fotos. Ocuparon su sitio y Hanna comenzó a dar los primeros golpes a la batería para el inicio del concierto. Mientras sonaban los primeros acordes yo tenía los ojos bien abiertos para ver salir a Prince por algún lateral en medio de la penumbra, pero debió de ser en algún pestañeo que se coló delante de la batería muy rápido, y el público aulló mientras él nos daba la espalda haciendo palmas. Todos enloquecimos, y comenzó con la versión de “Let’s Go Crazy (Reloaded)” (1984) que tan fantásticamente viene versioneando.


Me dejó boquiabierto a pesar de conocerla a la perfección. A mitad de canción, Prince se acercó a mi posición y me dio la espalda, pero yo lo tenía a escaso metro y medio, me conformé con ese momento, no sabía todavía lo que estaba por llegar. Explosiones de humo y confeti de las que ya era conocedor, me he traído unas cuantas papelinas de recuerdo. Antes de finalizarla y después del solo de guitarra, se quitó las gafas de sol redondas y cuidadosamente las dejó al pie del micrófono, ahora sí, inició el espectacular fin de canción y dio paso a “Endorphinemachine” (1995), tema que me alegró enormemente escuchar y que vino a traer a mi mente aquel ferviente apoyo que muchos fans mantuvimos hacia él en los noventa, con aquel sonado conflicto con la industria. La versión no defraudó y pude ver en Prince una energía que yo había dado por perdida hacía tiempo. Qué engaño tenía en mí. Se acercó nuevamente a mi posición y pude ver cada facción al detalle, se acercó tanto que de haberme estirado podría haberlo tocado. No es tan pequeño como lo suponía, cabeza imponente, discreto maquillaje, brazos fuertes, piernas musculosas. “Screwdriver” (2013) fue la siguiente, y mantuvo el nivel guitarrero con el que salió de entrada, de nuevo me agradó verle tan potente con un tema nuevo, y un público tan entregado. Los que allí estábamos a pie de escenario nos las sabíamos todas. Él se movió de un lado a otro, y cuando llegó al mío, puso su pie a unos diez centímetros de mi mano sobre el escenario, podría haberle tocado. Su pantalón de campana ocultaba por completo los zapatos, y pude apreciar que no llevaba los clásicos tacones sino esos deportivos con plataforma. La tela de los mismos parecía incluso algo desgastado de haberla pisado al caminar, sin duda, no estaba de estreno.

Después vino “She’s Always In My Hair” (1985), como el comienzo guitarrero del que se sabe, hizo una versión larga a la que le fue bajando intensidad de manera magistral. No recuerdo si fue en esta canción cuando nuevamente se puso a escasos centímetros de mí y le toqué el pie, él ni se inmutó. Aprecié en diversas ocasiones que al llevar los pantalones tan ajustados, en sus muslos, salían unos bultitos pequeños. A la salida, todos concluimos que serían los pelos de las piernas, rizados claro, tiene ascendencia negra. En esos momentos Prince sudaba de lo lindo, los dos ventiladores a cada lado del micrófono no eran suficientes.

Entonces se dirigió a los teclados que estaban en frente a mi posición. Aprovechó para en un par de segundos limpiarse el sudor con una toalla. Pensé que era el momento de un setlist de hits a solas al piano, pero comenzó con “The Love We Make” (1996) y la banda lo acompañó. Él aprovechaba algún compás para secarse una y otra vez, sobre todo debajo de los ojos, pues alguna molestia tenía que en los siguientes minutos disimuladamente se los tocaba una y otra vez. En la misma canción volvió al centro del escenario para acabar de interpretarla.


El guitarreo volvió a su punto más alto al comenzar “Guitar” (2007), el público volvió a enloquecer. Veía a Prince muy motivado. Continuó con el poco conocido “Plectum Electrum” (2013), un instrumental en el que le dio participación a Donna y en el que Prince me dio un solo de guitarra en mis narices que cuando extendí mi mano derecha éste quedó a escasos centímetros de su mástil. La siguiente fue “Fixurlifeup” (2013). En ésta, Prince no tocó ningún instrumento y se dedicó a bailarla y saltar por el escenario, animando una y otra vez. Percibí que todavía tenía molestias en su ojo izquierdo y fue a su piano a utilizar su toalla, momento que aprovechó para beber rápidamente, todo de manera desapercibida. Volvió al centro y finalizó la canción con un público muy animado y se dirigió de nuevo a los teclados para comenzar a tocar “The Max” (1992) en una versión muy funky en la que incitó al público a cantar una y otra vez. La mezcló con una jam en la que todos coreamos “Oooohhh, Portugal”. Jugó a abandonar el concierto si no gritábamos más, animó una y otra vez y consiguió elevar el ruido de los fans a un límite del que no creí que fuéramos a dar. Pidió prestado el bajo a Ida y se puso a tocarlo delante de mis narices. En ese momento supe que ya estábamos ante un concierto especial. Noté a Prince muy motivado. Y comenzó “Stratus”, versión del tema de Billy Cobham de 1973 que el artista utilizó para promocionar el “Welcome 2 America Tour” (2010). A ésta instrumental le sucedió el comienzo de “The Question Of U” (1990) que rápidamente mezcló con “The One” (1998) en una versión en la que hizo cantar a las chicas principalmente en uno de sus juegos con el público. Tras la calma de la balada irrumpió nuevamente con su guitarra y comenzó “Bambi” (1979) con una extraordinaria versión ralentizada en su principio, terminándola como en la original. Público y artista completamente entregados. Prince preguntó si queríamos una más, así que comenzó con “Cause And Effect” (2010), nunca la había oído en directo, en estudio no me decía nada, pero ver saltar a Prince en el escenario acelerándola con una divertida versión me pareció muy interesante.


“Thank U, good night” y se despidió en lo que parecía el fin del gran bloque del concierto. Había transcurrido sobre una hora y cuarto desde el comienzo, así que, haciendo números, correspondían un par de bises para pasar de la hora y media e irse con un gran recuerdo a nuestras casas. Supuse que habiendo pagado sólo 50€ el show no se alargaría demasiado. Me dispuse a prepararme para el final mientras el público aclamaba su presencia.

A los pocos minutos la banda ocupó su lugar y Prince se sentó de nuevo a los teclados. Con su característico perfil ante mí comenzaron a sonar las primeras notas desde el piano el tema “Diamonds & Pearls” (1991). La banda lo acompañó y comenzó a cantarla con la participación del público. Al finalizar el primer estribillo la enlazó con “The Beautiful Ones” (1984), la versión completa, sublime de principio hasta los gritos del final. Me fijé en una portuguesa que tenía casi a mi lado, estaba clavada casi sin pestañear y visiblemente muy emocionada. Prince volvió a despedirse y se fue. Me quedé a la espera del segundo y último bis.

Volvieron de nuevo, y volvió a sentarse a los teclados. Esta vez el sonido del piano no fue lo que oímos, sino el comienzo de “When Doves Cry” (1984) cuyo sample empezó a mezclar Prince desde su posición mientras la banda esperaba instrucciones. Algo no debía de ir bien, porque Prince hizo gestos a la persona del portátil que pinchaba flamenco en los prolegómenos. La cantó con una gran participación del público y la enlazó con “Hot Thing” (1987) donde ya sí la banda lo acompañó. No daba crédito a que un tema tan violentamente sexy estuviera siendo cantado en estos tiempos por Prince. De pronto, chicos de la organización dieron paso a un numeroso grupo de fans del público (sin pulsera amarilla) que entraron al escenario por los dos laterales llenándolo por completo sin apenas dejar sitio para ver a los músicos. Luego vino “Alphabet St.” (1988) mientras Prince seguía quejándose desde los teclados a sus técnicos de que algo no iba bien. En un momento, hizo un gesto a dos chicas que bailaban delante suya para que se apartaran y dejaran que el público pudiera verlo, o él a nosotros, pero a los pocos segundos otros volvieron a taparlo. “Sign O’ The Times” (1987) sonó para delirio general, y la cantó nuevamente mientras Hanna se recreaba a la batería. Finalizó con una improvisación de ritmo rápido de funky y rock n’ roll y los chicos de la organización fueron invitando a salir del escenario a todo el mundo. Algunos se acercaron a Prince para darle la mano y un guardaespaldas del tamaño de un camión se dejó entrever en la oscuridad, el artista los saludó de manera natural sin más consecuencias. Todo este popurrí de hits ocupó unos quince minutos, así que, me esperaba el fin de fiesta con Purple Rain y para casa.

No tardó apenas en regresar. Cogió su guitarra y comenzó a tocar unas lentas notas, pronto la identifiqué. “I Could Never Take The Place Of Your Man” (1987) en una preciosa versión que la transformaba en balada. Un momento muy emotivo y especial, y me dispuse a disfrutar de lo que faltaba por llegar, viniera como quisiera. Hizo una versión de extensión considerable con la participación de Donna en algún solo y la enlazó con “Crimson And Clover” (2009). Me encantó que tocara ese tema, mi otra favorita junto a “Dreamer”, la cual descarté en ese momento, del gran álbum “Lotusflow3r”. Hizo una versión preciosa ya con otra guitarra Fender, muy similar a la negra que había utilizado durante todo el concierto, pero ésta pintada con los colores psicodélicos de los últimos tiempos, y la mezcló con una interpolación de “I’ll Take You There” de los Staples Singers en la que hizo cantar al público una y otra vez “Over and Over” con unos punteos de guitarra preciosos. Ahora sí el fin parecía próximo, pero seguía viendo a Prince muy motivado, y el ambiente estaba muy caliente. El concierto no podía terminar así, sabía que habría una más.


Sin salirse del escenario Prince dio instrucciones a los miembros de su banda una por una al oído e indicó al público que tocarían “Take Me With U” (1984), sin duda una de esas que no estaba prevista para esa noche. Y comenzaron con la clásica versión de los últimos años con el público completamente entregado y sabedor de la letra. La enlazó con “U Got The Look” (1987) recuperando el nivel roquero del principio del concierto en una versión fascinante que nos dejó exhaustos. Derroche guitarrero, voz de Camille en algunas ocasiones y versión interminable para un fin de fiesta espectacular en el que miembros de la organización subieron al escenario para bailar con él en un infinito final con un Prince absolutamente soberbio, entregado y muy agradecido a sus fans. Preguntó “What’s My Name?” Y todos gritamos al unísono.

Pero después de unos minutos, volvió una vez más al escenario, y se sentó al piano. No daba crédito, yo estaba exhausto y aún había más. Comenzó a tocar los teclados y cantó “Nothing Compares 2 U” (1985) para el delirio del público. Una versión larga con un solo de guitarra de Donna. Participamos una y otra vez muy conocedores de la letra. La enlazó con “Purple Rain” (1984), ahora sí sabía que estábamos ante el fin de concierto en una versión en la que Prince no salió del piano pero que, a pesar de no haber realizado el solo característico de guitarra, la alargó igualmente a los ocho minutos con la participación del público en un final donde papelinas púrpuras caídas del cielo volvieron a llenar el ambiente. Final característico de tema, Prince se fue, y su banda ahora sí, se despidió de todo el público diciéndonos adiós con las manos.

Estábamos ante el final de una gran noche, un gran concierto de más de dos horas y media de duración que, sin duda, será recordado para siempre. Pensé que no había tenido el tiempo suficiente para saborear los últimos segundos de Prince ante mí, respirando el mismo aire, y el público seguía cantando completamente entregado. Pero de pronto, las luces se encendieron y Prince salió con sus tres chicas al centro del escenario, levantando los brazos al unísono y bajándolos en agradecimiento a la entrega general de un coliseo pletórico al completo. Repartió unos últimos besos a los fans de primera fila y a todos en general y completamente agradecidos se retiraron nuevamente. Ahora sí, me encontraba satisfecho, y continuaba aplaudiendo una y otra vez la entrega con la que Prince había desarrollado el concierto.


Dispuesto a ver como todo comenzaba a deshacerse, nos quedamos a la espera de ver si algún técnico podría hacer algún reparto de algo a las primeras filas, desbordantes de gozo por lo vivido. Fue en ese momento cuando el público volvió a rugir una vez más, no me lo podía creer, Prince y sus chicas estaban de nuevo sobre el escenario acercándose al lado izquierdo para dar la mano a los fans más entregados. Inaudito, creo que pocas veces se ha dado esta circunstancia en los conciertos, pero el caso es que Prince recorrió toda la primera fila hasta llegar a mi posición. Ahora sí, una marea de manos y brazos se dirigían a él, en primera instancia no conseguí tocarle, pero él insistió en dar la mano a todo el mundo y pude tocar la suya no solo una vez, sino una segunda también. Por si fuera poco, se inclinó ligeramente hacia delante y enterró sus brazos entre los nuestros, pude volver a tocarlo agarrándole el antebrazo durante unos instantes. Eso sí fue un fin de fiesta espectacular. Inolvidable para siempre. Un Prince super agradecido se despidió de nuevo del público en general y comenzó a sonar por los altavoces un remix de “Fixurlifeup”. Prince se fue, y las chicas iniciaron su retirada bailando la movida versión. En cuestión de segundos el telón negro de detrás del escenario donde habían realizado todas las proyecciones durante el concierto se retiró y todos los técnicos comenzaron a recoger.


Esa noche aprendí varias cosas. Prince tiene cuerda para rato, le creí en decadencia pero no es cierto. Una cosa es ver vídeos, escuchar audios, pero por mucho que veas y oigas nunca podrás percibir su energía como se le ve en primera fila de un concierto. Hubo un momento del final del mismo, en el que Prince levantó el dedo hacia el cielo y agradeció el momento a su Dios, bendito sea si esa es su inspiración. Es un auténtico profesional y un músico y artista descomunal. Otra lección muy importante: Prince ya no es el mismo del que me “enamoré” en su día, esto es algo que ya sabía pero que no llegué a entender hasta esa noche. Me enseñó a que no solo es que él haya cambiado, sino que es bueno que yo mismo lo haga también. A ello estoy dispuesto a partir de ahora. Me ha mostrado que es un gran ejemplo de vida. Ahora lo entiendo. Gracias Prince, por un gran concierto, y por mucho más.

Setlist:
Let’s Go Crazy
Endorphinmachine
Screwdriver
She’s Allways In My Hair
The Love We Make
Guitar
Plectrum Electrum
Fixurlifeup
The Max
Stratus
The Question Of U/The One
Bambi
Cause And Effect
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Diamonds And Pearls
The Beautiful Ones
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When Doves Cry
Hot Thing
Alphabet St.
Sign O’ The Times
Funknroll
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I Could Never Take The Place Of Your Man
Crimson And Clover
Take Me With U
U Got The Look
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Nothing Compares 2 U
Purple Rain



6 comentarios:

greetfunky dijo...

Para mi hubo varios puntos fuertes. El comienzo fue brutal. Esos 4 primeros temas me dejaron casi sin aliento. "The Max", con el bajo entre sus manos y el público coreando sin descanso "oooooooooh, Portugal" fue de lo más emocionante, sin duda. La versión de "The Beautiful Ones" también me encantó. "I Could Never Take The Place Of Your Man" la disfruté enormemente. La había escuchado con anterioridad y no me decía demasiado, pero a un metro de Prince todo es diferente :-)
Por contra, el final del show fue lo que menos me gustó. "Nothing Comares 2 U" la tengo muy castigada a estas alturas y "Purple Rain" sin guitarra para mi gusto no es lo mismo.
Al final, cuando se acercó al público para tocarnos, no me lo podía creer y estiré mis brazos todo lo que pude. Le toqué, hasta tres veces, y pude comprobar lo duras que están las yemas de sus dedos tras más de 35 años de carrera a sus espaldas.
En esos instantes finales, durante apenas un parpadeo, sus ojos se cruzaron con los míos. y noté la mirada profunda y enigmática de un artista irrepetible, que ha puesto banda sonora a la mayor parte de mi vida.

The Jolly Roger dijo...

Enhorabuena, creo que fue un gran concierto. Fue el día de mi cumpleaños y no pude ir. Me alegro de que alguien lo disfrutara al menos

Wonderboy dijo...

Algo que no mencioné, hubo un momento del concierto, en el que Prince tiró una toalla negra que había utilizado al público. Y también en otro momento, tocó la guitarra a una sola pierna mientras la otra la pasaba por encima del mastil de la guitarra. Donna lo imitó, pero no le salía tan bien como a él xD

greetfunky dijo...

Recuerdo también que en el set de piano, cuando estaba la gente en el escenario, Ida Nielsen (la bajista) no le quitaba ojo de encima a Prince. Todos somos conocedores que en esos momento es cuando da rienda suelta a sus impulsos y te puede tocar cualquier cosa. Ida se mostraba especialmente atenta a cualquier tipo de indicación del jefe ;-)

Fue un show inolvidable y realmente muy bueno. Se notaba desde el principio que Prince estaba especialmente animado y con ganas de pasárselo bien. La verdad es que el público respondió de forma espectacular y eso se notó sobre el escenario. Al final no se cansaban de agradecernos nuestro apoyo y llegaron a despedirse varias veces :-)

Wonderboy dijo...

Otro detalle que recuerdo ahora. En un momento del concierto entre canción y canción, se dirigió al público para recordar a su amiga Ana Moura, disculpándola porque no podía estar allí esa noche al encontrarse ella de gira. De haber estado igual llegábamos a las cuatro horas de concierto xD

greetfunky dijo...

Me gustaría también comentar mi impresión sobre las tres chicas, las que Prince (supongo) decidió bautizar como 3rdEyeGirl, habida cuenta de que el nivel de los músicos que acompañaron a Prince en su carrera ha sido siempre bastante alto.
Hannah Ford, además de ser una chica tremendamente atractiva, cumple bien en la batería y aporta además un indudable gancho con la gente joven.
La bajista Ida Nielsen, es la mayor de las tres y su carrera está mucho más afianzada. Se nota su experiencia en el escenario y cumple su papel a la perfección.
Donna Grantis sigue siendo una sorpresa, pero no me entendáis mal, una sorpresa en lo negativo porque no entiendo muy bien que hace esta chica tocando con Prince. Se la ve muy dubitativa en el escenario y comete bastantes errores con alarmante facilidad. Se nota que la chica se esfuerza y quiere agradar, pero no da la talla. Sinceramente otra guitarrista de mayor nivel sería el punto perfecto para la banda, claro que, igual esto es lo que Prince precisamente trata de evitar...