Prince sigue haciendo de las suyas. Mientras llega con nuevo álbum y su simbología característica como título, firma un contrato multimillonario, de ciencia ficción, y deja al mundo boquiabierto. El genio de Minneapolis ya está aquí de nuevo.
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Mi nombre es Prince. Exactamente, ese es el nombre del tema, la clave para acceder al nuevo álbum del genio de Minneapolis. Álbum que, esta vez, no tiene ni título siquiera. Ya sabemos que el título se corresponde a la ambigüedad sexual que Prince creó. Un símbolo que reparte el signo masculino y femenino utilizados en genética a partes iguales, como si el mundo reconociera su extraña ambigüedad sexual. ¿Masculino o femenino? Suena como a una película de la nouvelle vague de cine francés. De Goddard, probablemente. Pero una vez más, el álbum es intenso, apasionado, eléctrico. Puede que hasta genial. No tenemos fundamentos ni tiempo todavía para saborearlo. Muchos menos fundamentos tenemos para adiviniar si realmente Time-Warner le va a soltar cien millones de dólares como compromiso del nuevo contrato, que casi llega hasta el año 2000 y que convierte poco más o menos a Prince como en vicepresidente de la compañía, con todos los honores de ejecutivo y responsable supremo de una parcela tan fundamental como la de dirección artística. El contrato no sólo se limita a la responsabilidad de Prince como gestor de su propia compañía, Paisley Park, sino que incluso va a tener decisión sobre decisiones artísticas de la toda poderosa Time Corporation. ¿Qué quiere decir eso? ¿Va a tener incluso potestad sobre el próximo disco de Madonna, como ejecutivo de la compañía? Sería imposible. Rozaríamos la ciencia-ficción.
Lo cierto es que tanta prepotencia en el anuncio del contrato del siglo, de los cien millones de dólares ha suscitado la reacción de los miembros de la industria que no se creen ni con alucinógenos semejante baile de millones. De momento, Warner no ha comentado nada de nada. Ni asegura ni desmiente. Lo que es todavía peor. A los portavoces de Princes les encanta dar la callada como respuesta. Pero la industria hace números. Según dicen los de Paisley, Prince cobrará diex millones de dólares por cada uno de los seis álbumes que ha firmado. Hay que sumar. Nada más. Ello hace un total de 60 millones. Faltan todavía 40. ¿De dónde salen? ¿Le van a pagar a Prince 4.000 millones de pesetas por hacer de ejecutivo durante unos seis años? Nadie se lo cree. Es imposible.
Entonces se dan prisa en hacer comparaciones con el contrato de Madonna, que también está en Warner. Vamos a ver: Madonna firmó un contrato estimado en 60 millones de dólares. Su porcentaje por disco vendido alcanzaba el 20 por ciento. Tan sólo Michael Jackson la supera. Ella también se compromete a crear un nuevo sello discográfico y a lanzar artistas. Pero es que el contrato de Madonna también abarca, naturalmente, hasta realización de películas con la Warner.
Salen a cuentas las ventas de lo álbumes de Prince: Purple Rain, vendió 14 millones y medio de copias en todo el mundo. El siguiente álbum, Around The World In A Day se quedó tan sólo en dos millones. Casi tres de Parade. Otros tantos de Sign Of The Times y Lovesexy, pero bajó a dos millones con Graffiti Bridge y sólo se recuperó con los cuatro y medio de Batman.
Con el nuevo contrato que se airea, Prince tendría que vender cinco millones de copias de cada uno. Cosa que no ha conseguido nunca, salvo la excepción de Purple Rain. Los expertos aseguran que si Warner ha firmado ese contrato es porque quería, simplemente, perder dinero. Por tanto, de lo dicho, la mitad. Que como mucho, 50 millones de contrato. Que es una barbaridad, porque eso significa algo más de 5.000 millones de pesetas, en seis años. Con este álbum que acaba de salir, Prince se debería llevar quinientos millones de pesetas. El primer single se llama My Name Is Prince. Por decir, sólo su nombre, está claro que Prince quiere cobrar millones. Y lo peor es que, aunque sea el primer single, no es la mejor canción del álbum. Los ejecutivos, el propio Prince, todos estaban convencidos de que Seven era el tema estrella ideal, pero al final un poco entre todos han covencido a Prince de que My Name Is Prince sea el single. Los críticos se creen que es otro ataque de megalomanía del genio de Minneapolis para que My Name Is Prince sea single, pero parece ser que, por esta vez, el propio Prince no estaba conforme con la decisión de los ejecutivos. ¿Qué pensamos nosotros? Sin ninguna clase de dudas, Seven es mucho mejor single, más directo, más comercial. Pero también creyeron eso de Cream y no fue el single tan carismático como todo el mundo creía.
Pero no hay preocupación. Todo el álbum responde a lo que se espera de un genio. Se dice que Mick Jagger intervino con la compañía de discos para elegir el single. Mick acudió sin su esposa a la fiesta de Prince en un club de Londres, en el mes de junio. El disc-jockey del club puso My Name Is Prince y Jagger se puso a bailarla. Lo demás... se supone lo que ocurrió. Sin embargo, insistimos en temas maravillosos como The Continental o Y Dios creó a la mujer. Hablando de mujeres, la Mayte que hemos visto en su última gira, parece que es una de las grandes protegidas de Prince en el nuevo álbum. Pero no se puede olvidar The Jams, por ejemplo. Pero como alguien dice, 100 millones de dólares bien merecen la pena, al menos, escucharlos.
Fuente: Nº 372 de la revista "El Gran Musical". Primera quincena de octubre de 1992. Artículo firmado por Julián Ruiz.
4 comentarios:
que gran disco no? y se fue agigantando con el tiempo... pura potencia y un funk negrísimo...
uno de mis favoritos del artista...
salu2... y pop life...
Solamente viendo quien firma este artículo me entran sudores fríos...
Por lo demás, gran disco sin duda :-)
No sé si Julián Ruiz entiende de otros artistas, pero de Prince, nada de nada. Ni se entera ni se quiere enterar. No me molesto ni en leerlo, aunque, eso sí, el coincido en que el disco reseñado es, cuando menos, excelente. De sus mejores trabajos, sin duda.
Todos sabemos de la poca fortuna de Julián Ruiz con Prince, sin embargo, cuando se publicó este artículo, era el redactor de más repercusión que había en este país sobre el genio de Minneapolis.
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